Albert Slosman, publicó un libro
titulado “El gran cataclismo”, donde con gran detalle narra un acontecimiento
ocurrido hace 12.500 años, concretamente el hundimiento de la Atlántida.
Slosman aseguraba que el origen
de la civilización egipcia no había tenido lugar a orillas del Nilo, por
consiguiente, el monoteismo tampoco, sino que los ancestros de los primeros
faraones procedían de otra parte, con toda probabilidad del Atlántico, es
decir, de Occidente. Slosman advirtió que en Marruecos, los nombres de
determinados lugares eran extrañamente parecidos a los usados en los textos
jeroglíficos que componían el Libro de los Muertos, como el “Duat” y ”Ta Mana”
entre otros. Los supervivientes escaparon en todas direcciones, pero una buena
parte de ellos se dirigieron hacia lo que había sido hasta entonces la Tierra
de Poniente, que es precisamente lo que significa la palabra MOGHREB (actualmente
se conoce como Magreb, el lugar por donde se pone el sol (poniente), la parte
más occidental del mundo árabe). Desde allí se dirigieron en un largo éxodo
hacia el Nilo.
En Taouz (Marruecos), en medio de
un enclave funerario sagrado, los bereberes afirman que ese lugar sagrado, era
aquel en el que yacía un “gigante”, hijo del Dios Único, con todos los soldados
que lo habían defendido contra otro “gigante” hermano de sangre, pero traidor
al Padre, que lo había asesinado a lanzazos.
En lenguaje jeroglífico, la
Atlántida era conocida como Ahâ-Men-Ptah (Amenta para los griegos), o
“Primogénito-Durmiente-de-Dios”, denominación que experimentó posteriormente
una contracción en el conjunto de textos que conforman el Libro de los Muertos.
El nombre continuaba evocando el significado original de “País de los Muertos”,
“País de los Bienaventurados” y “País del Más Allá”.
Los sucesivos monarcas de este
continente, fueron los Ptah-Ahâ (que significa en lengua jeroglífica
“Primogénito-de-Dios”), puesto que todos los reyes descendían por línea directa
del primer Hijo de Dios (del Primogénito). Ahâ se pronuncia Ahan, y Ptah
también se escribe Phtah (de su fonetización en lengua griega), así que la
letra “pi” se convierte en “phi” (fi), por lo que Phtah-Ahan fue fonetizado
“Faraón”. Por consiguiente, de Primogénito-de-Dios pasó a ser “Hijo-de-Dios”.
De esta forma, Ath-Kâ-Ptah (Segundo-Corazón-de-Dios), se convirtió en la
fonetización griega, en Aegyptus (Egipto).
En la región de Dendera (Egipto),
se encuentra un templo que se ha reconstruido seis veces, siguiendo los planos
originales del primer templo construido en el mismo enclave. Es el
emplazamiento donde los bisnietos de los supervivientes del éxodo del Gran
Cataclismo, llegaron en primer lugar. En los muros de este templo, se puede
leer: “En el principio, estas palabras enseñaron los ancestros, aquellos
Bienaventurados de la Tierra primera: Ahâ-Men-Ptah. Los que convivían con las
Creaciones del Corazón-Amado: el Corazón-Primogénito”.
Allí se narra el origen y la llegada
de los primeros supervivientes, está autentificada no sólo por los textos, sino
también por las sepulturas encontradas bajo la colina de los Pontífices, a
menos de tres kilómetros del templo. Allí reposan los “Sabios entre los
Sabios”, los Bienaventurados que poseyeron el “conocimiento de la voluntad
divina”. Uno de ellos impartía enseñanzas bajo un “Maestro” de la II dinastía,
en el IV milenio a.C. Un escriba Real, señala que el templo fue reconstruido
por su señor (la 3ª reconstrucción), siguiendo los planos encontrados en los
cimientos originales, escritos sobre rollos de cuero de gacela por los
“Seguidores de Horus”. Es decir, por los propios Primogénitos, mucho antes de
que el primer Rey de la I Dinastía ocupara el trono. Fueron, por tanto, estos
descendientes directos, quienes transmitieron la Ley Divina, cuyas
“Combinaciones-Matemáticas” permitirían a los hombres regirse por sí mismos
según cánones de Justicia y de Bondad.
Según muchas pruebas e indicios,
habría que retroceder 25.000 años (época en la que Ahâ-Men-Ptah existía como un
continente de clima templado, vegetación exuberante, numerosas especies de una
fauna hoy ya extinguida en su mayor parte, y en el que la especie humana
habitaba pacíficamente en auténticas ciudades edificadas), para comprender
muchos escritos que aparecen en Dendera.
Ahâ-Men-Ptah (la Atlántida),
debió sufrir una primera devastación volcánica, que provocó el hundimiento de
tierra que dio lugar el Mar del Norte. Un período de fuertes heladas fue la
constante en esta zona, acumulando hielo en un casquete polar uniforme. La
propia Siberia, que era entonces una región bastante templada, vio cómo
desaparecía su vegetación y eran aniquilados los mastodontes que no pudieron
escapar a tiempo de las heladas.
Los mamuts congelados de Siberia
y Alaska presentan diversos enigmas inexplicables. Cuando se hicieron las
autopsias a algunos ejemplares, se encontró en el estómago hierba recién
ingerida. Esto confirma que estaban pastando en una región con un clima más
cálido que el de los polos. Sin embargo, han permanecido congelados durante el
período cálido del Holoceno (hace 11.500 años). La pregunta es: ¿Qué hacen unos
animales de la Edad de Hielo, congelados durante el interglaciar?.
Muchos cuerpos de estos animales,
fueron encontrados con evidentes signos de haber sido devorados por los lobos y
habitantes de la zona, lo que demuestra que la carne estaba en perfectas
condiciones y estado de conservación. El análisis de los tejidos de los mamuts,
demostraron que un frío excesivo los sorprendió pastando, congelándolos al poco
tiempo (en unas cuantas horas), significando la extinción de esta especie. Los
mamuts son una muestra científica, que una glaciación sobrevino repentinamente
en la Tierra, un cambio muy brusco que originaría grandes cataclismos.
No fue un cambio climático
progresivo, sino que fue repentino, a escala global, una catástrofe donde
coincidieron alteraciones climáticas que provocaron diluvios a escalas enormes
en numerosos puntos del planeta, que dieron lugar a inundaciones y a una subida
del nivel mar. Es decir, una consecución lógica de acontecimientos, que
sepultaron bajo sus aguas muchas extensiones de tierra, y que perfectamente
pudo destruir un pueblo y una civilización como la atlante.
Los eruditos de esta época,
comprendían cada vez mejor los movimientos y las combinaciones celestes, así
como las consecuencias metereológicas resultantes de ellos. Por este motivo,
empiezan a anotar el movimiento de los planetas, del sol y la luna, sus
configuraciones, así como las formas geométricas de las doce constelaciones de
la elíptica ecuatorial celeste, incluso de Orión y Sirio. De aquí derivaron las
repercusiones de las Combinaciones sobre la Tierra, tanto en relación al
comportamiento humano, como a la evolución de la Naturaleza.
Después de este cataclismo, la
vida de Ahâ-Men-Ptah se reagrupó más al sur de forma pacífica durante 5.000
años, hasta el momento que nació el primer Ahâ, el Primogénito Usir (u Osiris),
engendrado por la Divinidad en Nut, inminente esposa de Geb (que fue
debidamente prevenido del hecho) quien sería el penúltimo rey de aquella
tierra. Geb desposó a Nut, y tras el nacimiento de Usir, la pareja tuvo tres
hijos más: Usit, cuyo nombre en la rebelión posterior pasó a ser Sit (Seth en
griego), y dos gemelas llamadas Nek-Bet e Iset, conocidas como Nephtys e Isis,
de las cuales, la última se convirtió en la esposa de Usir (Osiris).
Usir e Iset, anunciaron que el
Hijo que naciera de su unión, sería el generador de la nueva nación que
surgiría de los supervivientes del Gran Cataclismo. De esta forma, nació un
varón al que se le llamó Hor (Horus). Y fue poco antes de que Hor sucediese a
su padre, cuando Usit atacó la capital de Ahâ-Men-Ptah con tropas rebeldes reclutadas
al efecto, iniciando así el proceso de hundimiento del continente, pues al
asesinar a Usir a lanzazos, la cólera de Dios se desencadenó sobre las
criaturas y sobre Su creación.
Estos hechos ocurrieron en el año
9.800 a.C. aprox., fecha inequívoca gracias a la lectura e interpretación de
los acontecimientos narrados en el planisferio celeste grabado en el techo de
una de las salas del Templo de Hathor, más conocido con el nombre de “Zodíaco
de Dendera”.