Las pruebas nucleares submarinas
están destacadas como causa desencadenante de los tsunamis. Y al revés:
provocar Tsunamis para convertirlos en discretas armas de destrucción masiva,
ha sido objeto de investigaciones militares desde la II Guerra Mundial. La
desclasificación de documentos por algunos Gobiernos, trabajos científicos y un
mapa geopolítico cambiante plantean la duda sobre qué provocó el Tsunami que
asoló Indonesia.
Provocar artificialmente tsunamis
para convertirlos en poderoso instrumento de destrucción masiva fue objeto de
investigaciones militares secretas en la zona del Pacífico, en una época en que
todas las potencias buscaban el arma por excelencia, capaz de llevar la
destrucción al mismo tiempo a decenas de países causando millones de muertos.
Los brujos de la época quisieron llegar cuanto antes al Armagedón y se lanzaron
a una carrera en la que participaron los cerebros más importantes del mundo
científico y los políticos más carentes de escrúpulos.
Durante la II Guerra Mundial se
consideró que los tsunamis -las “olas grandes”- podrían ser tan efectivos, o
más, que las bombas atómicas, con el añadido de su absoluta discreción. El
lugar elegido para la experimentación se situó en las Antípodas, en la más
remota región del Pacífico. En 1944-45, el profesor Thomas Leech, de la
Universidad de Auckland, de la que fue decano de Ingeniería durante 50 años
(hasta su muerte en 1973), provocó una serie de explosiones bajo el agua para
impulsar pequeños maremotos en Whangaparaoa, al norte de Auckland.
El resultado fue tan sorprendente
que, según los informes secretos de la época, habrían ahorrado el uso de las
bombas atómicas si se hubiera dispuesto de un poco más de tiempo. Se trata del
Proyecto Seal, cuyos documentos desclasificados han sido revelados ahora por el
ministro de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda. Los ingleses y los
norteamericanos no congelaron el proyecto después de la guerra, sino que lo
impulsaron. Decidieron enviar al doctor Leech para que asistiera a las pruebas
atómicas en el atolón Bikini y comprobar si las explosiones podían ser el
acelerador de sus tsunamis.
En su lugar, asistió el doctor
Kart Compton, un experto nuclear norteamericano. Se quedó tan impresionado que
propuso a la Junta de Jefes del Estado Mayor de EEUU continuar con el proyecto
y contar con la colaboración del Gobierno de Nueva Zelanda. Algunos colegas
científicos de Leech, como Neil Kirton, confirmaron los experimentos del
creador de tsunamis. Se hicieron pruebas a pequeña escala que confirmaron que
podría llegar a ser devastador. Desde entonces los experimentos continuaron en
el más absoluto secreto, con la complicidad de los Gobiernos de la zona.Entre
las causas que pueden desencadenar los tsunamis, están reseñadas
fehacientemente las pruebas nucleares (explosiones) submarinas, dice Lila
Rajiva, periodista de Baltimore (que lanzará próximamente en Monthly Review
Press su libro The Language of Empire: Abu Ghraib and the American Media).
- EEUU ha realizado 1.054 pruebas
nucleares entre el 16 de julio de 1945 y el 23 de septiembre de 1992. Antes de
1962, se hacían en la atmósfera (en tierra o en los océanos Atlántico y
Pacífico), pero la mayoría de ellas -839- se verificaron bajo el suelo. Francia
realizó 193 pruebas nucleares en los atolones de Mururoa y en Fangataufa, entre
1966 y 1996 (además de otras cuatro en el Sahara). De ellas, 44 fueron
atmosféricas. Éstas continuaron hasta 1974, y desde entonces se hicieron
subterráneas. Los experimentos -que implican una carga nuclear importante- se
realizan a una profundidad de 500 a 1.200 metros en el suelo basáltico del
atolón. Como se recordará, los servicios secretos franceses estuvieron
involucrados en la voladura de un barco y la muerte de dos pacifistas que
protestaban contra las pruebas.
En 1995 tres residentes en Tahití
-Marie Thérése Danielsson, Pierre Largenteau y Edwin Haoa-, perjudicados en sus
propiedades, se querellaron contra el Gobierno francés, denunciando además que
las explosiones nucleares producían a corto término daños geológicos y
aventaban a la atmósfera gases y productos volátiles de la fisión. Añadían que
podían ocasionar corrimientos de tierras, como el que ocurrió en Mururoa en
1979 y que provocó un gran tsunami.
El desprendimiento de tierras en
este atolón removió un millón de metros cúbicos de coral y rocas, que crearon
una cavidad de unos 140 metros de diámetro, y produjo una gran ola comparable a
un tsunami, que se extendió por el archipiélago Tuamotu y causó numerosas
víctimas en la parte meridional del atolón. Las autoridades francesas
declararon inicialmente que se debió a causas naturales. Al final reconocieron
el llamado “accidente del 25 de julio de 1979″.
Algo más que sospechas fundadas
Los tsunamis son raros en el
océano índico, aunque se han registrado siete terremotos cerca de Indonesia,
Pakistán y la bahía de Bengala. La gran ola del 26 de diciembre de 2004 es el
primer tsunami multioceánico desde que estalló el Krakatoa en el siglo XIX.
Indonesia es un archipiélago de
17.000 islas que se asientan en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico,
donde se juntan las placas y los volcanes estallan regularmente. La región está
desprotegida de sistemas de alerta al quedar fuera de la red de estaciones cuya
central está en Hawai. Los datos sobre movimientos sísmicos son considerados
secretos por algunos Estados, como China.
Existe la posibilidad teórica de
que una gran explosión produjera directamente el fuerte terremoto que puso en
marcha el tsunami. También, que pruebas nucleares anteriores lo hayan producido
indirectamente.
Las circunstancias y
consecuencias de las pruebas nucleares en toda la zona del Pacífico están
clasificadas como alto secreto. EE UU no ha ratificado el Tratado de
Prohibición de Pruebas (Comprehensive Test Ban Treaty), dejándose así la puerta
abierta a nuevos experimentos. Desde 2002, año en que se ha reactivado
secretamente la carrera nuclear multinacional -y ya no entre dos bloques-, se
han buscado muchos pretextos para realizar nuevas pruebas en la región.
- Según Eugene Bingham, del New
Zealand Herald, expertos en tsunamis creen que un ingenio nuclear secretamente
probado fuera de las costas de Auckland, hace 50 años, pudo haber desarrollado
el efecto devastador.
Investigadores de la Universidad
de Waikato sostienen que un experimento moderno, sucesor de aquellos proyectos
de guerra experimentados fuera de Whangaparaoa, podría producir olas de más de
30 metros de altura. El doctor Willem de Lange, del departamento de Ciencias de
la Tierra, dijo que mientras una sola explosión no es necesariamente efectiva,
una serie de ellas podrían causar un impacto significativo. Informó que un
grupo de costas de la universidad estudió recientemente los probables impactos
de explosiones volcánicas submarinas.
Su trabajo concluye diciendo que
la siguiente erupción en la región de Auckland será probablemente submarina
dada la gran cantidad de agua que rodea la ciudad. Pero el test demostró que
una sola explosión en el golfo de Hauraki no provocaría un tsunami. Las olas no
fueron altas porque la energía se proyectó hacia arriba y no hacia los lados.
Cree que el mismo principio podría ser válido para la bomba tsunami. “No se
puede confinar la energía. Una vez que la explosión se hace lo suficientemente
grande, toda su energía va hacia la atmósfera y no dentro del agua. Pero una de
las cosas que descubrimos fue que sí se produce una serie de explosiones en el
mismo lugar, sería mucho más efectiva y podría provocar olas más grandes”.
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